miércoles, 8 de febrero de 2017

Hablemos de propinas

¿Está mal si pongo un tarro con un aviso que diga propinas, en mi mesa de trabajo? Muchos dirán claro que sí, es solo para los que prestan un servicio... ¿y es que yo no presto un servicio? ¿Dar información no es servir a la sociedad?...

¿Por qué la propina es discriminatoria? ¿Solo los meseros y los taxistas pueden recibirla? ¿Y qué nos obliga a los demás a dar propinas y nunca recibir?

Meditemos sobre las propinas. Ese gasto fantasma que conscientemente nunca consideramos y que siempre, siempre va a ser requerido. Todos estamos en la obligación moral de dar propinas, solo que esa moralidad no siempre compagina con nuestra realidad.

¿Soy un tacaño por hablar de las propinas como si fuera un tema importante? Pues sí, sí es importante el tema y no, no deseo ser tacaño, pero he tenido que serlo porque he sido víctima de no considerar que debo presupuestar lo de la propina.

Empecemos por aclarar que quien tiene in
gresos por doquier, que con solo abrir los ojos cada mañana, ya está recibiendo réditos en su cuenta, no necesita hacer consciencia para aprender a presupuestar propina. Y en cambio, quien suele tener un ingreso ajustado, un salario que raspa con lo que debe gastar y que debe controlar como si fuera tratamiento médico, entonces sí es de los que le interesa esta reflexión.

Propinas viajando

El ahorrar uno, dos o tres años un dinero para poder pagar un viaje invitando a una dos o más personas es quizás lo que muchos hacen, tratando de evitar endeudarse. Recientemente planeé mi primera visita a Estados Unidos. Dos semanas en una temporada no costosa como la post verano, cuando ya el otoño empieza a traer vientos fríos.

Fue un viaje acompañado por una amiga, es decir gastos 50/50 en la mayoría de cosas. Tuvimos dos destinos Los Ángeles y Nueva York. Una semana en cada una de las ciudades. Mi total del presupuesto eran 1000 dólares, ni un centavo más (los tiquetes aéreos los cubrí con tarjeta de crédito,  no había forma de llevarla para ayudar con gastos, ya estaba con máxima capacidad).

Todo fue meticulosamente planeado, sitios donde nos quedamos y atracciones a visitar, teniendo en cuenta costos de entradas, transportes y alimentación. Cada centavo había que cuidarlo, especialmente en Los Ángeles, puesto que si llegábamos a desbordarnos, en la segunda semana pasaríamos problemas.

Estados Unidos es un país acostumbrado a recibir propinas en casi todas partes. Prácticamente solo falta darle propina al agente de migración (que debería tener el derecho de recibirla, pues te está dejando entrar a su país)

El problema de contar solo con 500 dólares para una semana en Los Ángeles fue precisamente no haber sido consciente que debía tener, por lo menos unos 100 o 150 más para toooodas las propinas.

No solo al taxista (de hecho no usamos taxi), pero al del restaurante, al del sitio de comidas rápidas, al del desayuno, al del aseo en el hospedaje, al del tour aquí, al del tour allá, ¡Hasta el que se disfraza de algún personaje en pleno Universal! La cultura de la propina es impresionante en Estados Unidos.

Precisamente en el Tour de Warner Studios fue la tapa del dolor moral por no tener dinero para las propinas. Mientras otros turistas daban 20, 30, 50 dólares de propina al sujeto encargado del Tour, nosotros pasábamos de agache, como monolitos, sin pestañear, evitando contacto visual con este empleado y todo por no tener para entregarle un extra. O era él, o eran los recuerdos para nuestras familias.

En Nueva York fue la misma situación. Cada lugar, cada tour, cada visita tenía su sitio para la propina. Incluso, es casi que una obligación darle monedas a quienes tocan instrumentos o hacen algo en los pasillos del metro.

Entonces vuelvo y pregunto, ¿queda mal que ponga un vaso para mis propinas? Sé que en el desprendible de pago de mi salario nunca me va a aparecer un extra de 10, 20, 30 o más por obra y gracia del Espíritu Santo.

¿Qué no es justo que el cajero de banco reciba propinas? ¿Qué no es justo que el portero de su edificio reciba propinas? ¿O la enfermera que aguanta quejidos, llantos y malas caras en una sala de emergencias? ¿O el profesor que dedica más tiempo del que debe a revisar los trabajos de sus alumnos?...

Mejor dicho, con esto de las propinas, o todos al agua, o todos a suelo, pero antes de salir a la calle, asegúrese de presupuestar que a alguien le debe dejar una propina de ahora en adelante, no pase de agache, ya la lección está aprendida.