domingo, 28 de julio de 2013

¿Visa? Puro cuento gringo...

La cita era a las 8:00 en punto, Greenwich y Miryam estaban alineados. Lo que pasara en el el meridiano simultáneamente pasaba con ella, había hecho una especie de conjuro celestial para estar alineada al rey del tiempo, la razón era una sola, ese día iba a poner su cara frente a un cónsul americano y lo que menos debía parecer, era que ella era colombiana, por eso la puntualidad era más que necesaria.

Pero Miryam tiene una ventaja sobre cualquier nacido en Macondolandia, es que ella tiene espíritu extranjero-gitano-britanico-euro-americano, aunque haya nacido en las entrañas de Zipaquirá.

Miryam un día cualquiera dijo que quería tener su visa americana, que era el colmo que ella, toda una diosa de los controles migratorios, no tuviera la visa de los Estados Unidos de Norteamérica, eso era peor que tener Ipod y no contar con cuenta de Itunes para llenarlo...

Al mismo tiempo, la familia Cipagauta; conformada por el papá, Don Hermes Cipagauta; la mamá, Gloria Tibocha y los dos retoños; Anyi Cipagauta, que ya estaba a punto de tener contraseña y Maicol Cipagauta, se reunían aquella mañana porque Don Hermes anunciaba algo trascendental: "Mija, niños, vamos a pedir la visa a Estados Unidos, que su tía Patricia dice que ahora sí está fácil sacarla y podemos ir a verla y mirar a ver si nos animamos a hacer patria por allá".

Patricia, hermana de Don Hermes, fue una aventurera que hace unos ocho años cazó a un gringo que de casualidad pasaba por Bogotá y desde entonces goza de la ciudadanía americana. Ella no viene seguido a Colombia y ahora está dispuesta a recibir a su hermano y a su cuñis por unos días para que calmen fiebre.

Del deseo a la práctica

Miryam apenas si miró el calendario, señaló una semana del mes de septiembre como posible fecha en la que quería empacar maletas de nuevo, pero no le puso mucha atención.

Los Cipagauta empezaron con juicio a seguir paso a paso el ritual de instrucciones para cumplir con el trámite. Ellos nunca habían viajado fuera de Colombia, ni siquiera conocen San Andrés.

Don Hermes dio instrucciones claras a su esposa: "La tarjeta de crédito no la toca, hay que dejar la cuenta quieta y meterle más platica o si no nos van a creer que tenemos solvencia".

Myriam entre tanto, disfrutaba del Whatsapp con todos sus amigos en el mundo, le escribían hasta de lugares donde no había Whatsapp... ¿Cómo? Ni idea, pero así sucedía... Cuestiones del conjuro ese que hizo...

Don Hermes logró que su compadre le consignara un par de millones a 60 días, con algo de intereses, todo era para engordar su cuenta, además se consiguió una 'palanca' en una notaría para que le certificara otros papeles y hasta una finca a nombre suyo.

A Myriam le llegó un mensaje de Whatsapp... "¿Cuándo vas a viajar a Estados Unidos?"  -¡Marichis! Se me olvidó pedir la cita, voy a entrar a Internet a pedirla-

Los Cipagauta pidieron cita como grupo familiar, aconsejados por un asesor de la agencia 'Emigra, vete y lárgate', especializada en migraciones hacia Estados Unidos y Canadá. Don Hermes fue uno de los cientos que asistió a su charla de cada sábado en un salón de hotel, donde sin duda, la pomposidad de la reunión lo convenció de que no eran unos charlatanes.

Myriam prendió el computador buscando la página de la embajada, pero se encontró una amiga del Reino Unido en Skype... Ese día, la amiguis aplazó el trámite.

La habilidad de Don Hermes era increíble, pagó el Icetex de su hija con un préstamo que pidió en su trabajo, así no le iba a aparecer tamaña deuda en los extractos y para cuando se presentara en la embajada, el préstamo de su trabajo no alcanzaba a salir reportado... Todo un zorro de las finanzas.

Qué clase de inmigrante eres

Pasados varios días, Myriam por fin tuvo escarmiento y se dedicó a pedir su cita en la embajada. Leyó los requisitos y comenzó por el formulario.

Myriam no era empleada, no recibía desprendibles de nómina y nadie le consignaba en su cuenta. Había renunciado a su trabajo a principio de año y se había tomado unos meses para pensar en su nuevo rumbo.

Ella resolvió ese formulario como un juego de triqui, en un par de pestañeos ya estaba guardando e imprimiendo.

El asesor de los Cipagauta se tomó el trabajo de citarlos para pasar toda una tarde llenando los formularios uno a uno. Obvio, ese tiempo costaba y Don Hermes estaba dispuesto a pagar esa ayuda profesional, con tal de que pasaran impolutos los formatos de las visas de turistas.

Don Hermes no quería enredarse, que si la B1, la B2, la C5, la D9... Ese bingo no era para él... Y tampoco lo fue para Myriam, ella ni leyó en qué clase encajaba, ella solo puso sus ojos donde decía turista y nada más.

Alistando evidencias

Mientras los Cipagauta consiguieron, cada uno, certificados de estudios, de trabajo, de contador notariado, certificaciones judiciales y hasta médicas donde hacían constar que ellos estaban más que comprometidos en Macondolandia, y que la amaban tanto que juraban con su sangre que tenían todas las intenciones de regresar del viaje, Myriam hacía cuentas de cuánto cupo le quedaba en su tarjeta...

Los Cipagauta reunieron todo lo que pudieron, además de las certificaciones, del extracto bancario emitido por el banco doce horas antes, como pan recién horneado, donde la cuenta lucía intacta, llevaron escrituras, unas 'palanqueadas' en notaría; Anyi se inscribió en el Sena en una carrera técnica de Moldeado de jarrones y marquetería y llevó el recibo de pago. Don Hermes llevó la carta donde se hacía responsable de todos y con la cuenta 'gorda' de su banco él respondía económicamente por el viaje.

Myriam, la noche anterior, empezó a buscar qué papeles tenía guardados que le pudieran servir de soporte. Encontró un par de diplomas, un certificado de IELTS y un pasaporte viejo que ya se había vencido.

El día del sellado

Los  Cipagauta se quedaron la víspera donde un familiar, que vive cerca a la embajada. Don Hermes muy puntual, a las 4:00 de la mañana se levantó, se alistó y revisó cada uno de los papeles que iba a presentar. Repasó las respuestas a las posibles preguntas que recibiría, ensayó con su esposa y sus hijos, fue el vigésimo experimento antes de afrontar el momento definitivo. Cada paquete de evidencias era tan grueso, que tuvo que usar legajadores para mantener en orden sus soportes.

A las 7:00 de la mañana, ya estaban cruzando la calle 26. Tenían al frente el primer pedazo de suelo americano. Se hicieron junto a una reja, esperando a que abrieran la atención al público.

Una hora después llegó Myriam. Vio como decenas de macondianos hacían una fila encabezada por los Cipagauta. Eran las 8:00 a.m., estaba puntual como se lo propuso, no hizo fila sino que esperó a que empezaran a entrar.

Myriam, con su sexto sentido britanico-euro-americano, recibió su turno de llamado y se dispuso a esperar con su formulario, par de diplomas, pasaporte usado y las ganas de cambiar de rumbo.

Los Cipagauta fueron los primeros en pasar a la ventanilla. Sintieron que iban hacia un patíbulo o donde el mismo Dios los esperaba para juzgarlos.

Cuando se pararon al frente del ventanal, apenas si podían ver quién estaba del otro lado, pues el grosor del vidrio de seguridad eliminaba en gran porción la silueta del verdugo.

Escucharon una voz por un parlante, fue seca y directa, sin saludos ni cortesías. -¿Ustedes viajan por qué motivo?- -Señorita, dijo Don Hermes, nosotros queremos ir a conocer La Florida y a visitar unos parientes-. -¿La Florida?, replicó la voz de la que no se puede asegurar si era señorita o no-, -Sí, es que allá viven nuestros familiares, respondió Don Hermes, sudado y palideciendo-. -No entiendo ¿Quiere ir a conocer La Florida o a visitar unos parientes?-, -No, es que ahí dice en el formulario, que vamos para Fort Laderde, ahí vive la familia que le digo-, -¿Y cuánto tiempo intenta permancer en Estados Unidos?-, -Unas semanitas no más, no nos alcanza para más, señorita-, -Espere un momento, por favor, detrás de la línea amarilla que está en el piso-, dijo la voz por última vez.

-Señor Cipaguto, su visa ha sido negada, aquí tiene las instrucciones a seguir-, -¿Pero señorita, por qué?-, -Por favor retírese a un lado y lea el instructivo-, -Pero ¿señorita? ¿Y no puede mirar los papeles que me piedieron? Mire los certificados, el reporte del contador...-, -No es necesario, por favor retírese para poder continuar con el siguiente turno-.

Al rato, Myriam pasó. escuchó la misma voz seca por aquél parlante y Myriam respondió a la única pregunta que recibió -Voy por viaje de placer, estoy interesada en algunos lugares de Utah- Myriam pasó sus evidencias como todos los borregos macondianos. Esperó y sin fijarse si habían pasado segundos, minutos u horas, ella escuchó, -Su visa ha sido otorgada, por favor diríjase a la ventanilla del correo para coordinar la entrega de su pasaporte-.

Myriam se retiró, prendió su teléfono y empezó a comunicar a todo el mundo por Whatsapp que iba tras la conquista de Utah. Ahora que le quedaba el resto de la mañana libre, seguramente se iba a ir a la peluquería a hacerse las uñas y en la tarde, miraría en qué se ocuparía...

Mientras que los pobres macondianos, en cabeza de los Cipagauta, se retiraban por un costado, hacia la puerta de salida del único pedazo de Estados Unidos en el que estuvieron, con su arrume de evidencias, confirmando de que siguen con una cadena atados a Colombia, sin estrenar pasaporte y pensando en que la visa... Es puro cuento gringo.

Twitter: @alejodiceque