jueves, 12 de septiembre de 2013

¿Novelero yo?

Quién no ha sido manchado por una telenovela en su vida. Si usted nació en el siglo XX no tiene escapatoria, no lo niegue, en algún momento algún culebrón pasó por sus ojos y en su cabeza algo le quedó. (¡Los del XXI no crean que se salvan!)

Yo fui uno de esos que mientras creció viendo Mazinger Z, Los Magníficos, Lobo del Aire, Tom y Jerry (Los de verdad, no los hijos de Uribe), Caballeros del Zodiaco, etcétera, accidentalmente sufrió lo que podemos llamar crianza subliminal.

Mientras muchos fuimos criados en una aparente vida normal, inconscientemente íbamos recibiendo señales telenoveleras influenciadas por mamás, tías, empleadas del servicio -los más pudientes-, abuelas y todas aquellas que tenían el poder de controlar el televisor en las mañanas y tardes.

Consecuencia de lo anterior, en mi cabeza quedaron varias imágenes y canciones que si llego a oírlas ahora, de inmediato salta en mi mente la cara de las protagonistas de la época, así yo jure y recontrajure que lo que veía era a Oliver Atom y Steve Giuga, que todas las monedas se me iban en las láminas de los álbumes de Supercampeones o las Tortugas Ninja, que jugaba con mis primos, amigos reales e imaginarios a ser Colt Seavers (Profesión Peligro) o Max Ray, Jake Rockwell y Ace McCloud (Los Centuriones para los desmemoriados)

Pero qué le vamos a hacer, las novelas entraron como mensaje subliminal, como parte alterna de una vida a la que aparentemente no le puse cuidado y por eso cuando me dicen que si me acuerdo de mis años de jardín infantil, también de inmediato regresan las memorias de las onces donde mi abuela y con 'Lola Calamidades' de fondo...




Y los viernes en las noches...



Y se supone que al medio día yo estaba estudiando, entonces por qué rayos me acuerdo de 'Topacio' y 'Cristal', traídas por don Jorge Barón Televisión...






¿Y qué pasaba cuando salía del colegio? Cancioncita que perdurará para siempre en mi cabeza...



Es que ni del bachillerato me escapé... Jorge Barón la puso a las tres de la tarde...


Y si hablamos de lo nacional, vuelvo e insisto, yo no la veía pero aquí se quedó...



Esta otra novela no sé cómo sigue rondando en mis memorias, si para la época ya existía Tv Cable, ¡con ESPN!



Acepto que sí hubo varias que vi, prácticamente de principio a fin. Un ritual diario, como 'Café', 'De pies a cabeza', 'Clase aparte, 'Las Juanas', 'Dios se lo pague', 'Yo soy Betty, la fea'... y gracias a que la tv por cable de ahora le da por poner canales dedicados única y exclusivamente a las novelas, cada vez que hago zapping, me tropiezo con novelas como 'Gallito Ramírez', 'La mujer del presiente', 'La guerra de las Rosas', 'El fiscal', sin hacer énfasis en la trilogía de Thalia con  'María Mercedes', 'Marimar' y'María la del barrio'... ¡Todas me son familiares!, entonces me pregunto si toda la vida he sido ¿Novelero yo?

Twitter: @alejodiceque

sábado, 24 de agosto de 2013

Narcolepsia gasolinera

¡Cuidado!, puede atacarlo en cualquier momento, a cualquier hora, no importa el lugar ni el antes ni el después, ni siquiera si anda prevenido tratando de evitarlo... Cuando menos lo imagine usted será víctima inminente, usted habrá caído en sus garras, o brazos si quiere ser tierno y llamarlo así, lo cierto es que apenas usted aborde un bus de transporte público, habrá entrado en sus dominios y de forma inminente se habrá dormido. ¡Cuidado! Usted será otra víctima de la narcolepsia gasolinera.

No hay remedio, cuando usted se sube a un bus, camión o colectivo está atrapado. Puede ser fuerte y resistir, pero en algún momento cederá y el sueño lo invadirá. ¿Le ha pasado verdad? Recuerda que no ha sido una o dos veces, sino una cantidad indeterminada de ocasiones... ¿Y alguna que otra embarazosa?

Llegar juicioso y a tiempo a la parada del bus suele ser normal (para los que no andan llegando tarde) y si es hora pico, entonces esperar con más y más gente que va llegando a tomar el mismo transporte. Puede que sea un día frío o caluroso, lluvioso o con mucho viento, igual todos miramos a lontananza queriendo que llegue el bus. Pasan uno, dos, tres minutos y finalmente lo que esperamos está ahí al frente. Lo que no todos saben es que en ese momento uno se vuelve una mosca atraída por la luz de neón que pronto nos va a achicharrar.

Se abren las puertas para abordar, si no es hora pico, seguramente habrá una silla vacía. Luego vienen dos momentos simultáneos: El bus se pone en marcha y uno se sienta. Es como el cambio de luces en el semáforo. Cuando uno termina de acomodarse, es la luz verde para que ataque la narcolepsia y uno, víctima inocente, sin llevar más de dos cuadras transportado empiece a sentir cómo los párpados se oxidan y ya no se retraigan, sino que se caen más y más. Todo lo que iba haciendo se interrumpe, si iba pensando, su pensamiento se nubla, si iba leyendo, las letras se le pierden, si iba oyendo música, de pronto pasa a tenerla en un lejano tercer plano...

Es como haber ingresado en una cámara de gas, como si adentro del chasis del bus no llegara aire sino un anestésico ¿Y qué tal cuando las ventanas son herméticas y no hay posibilidad de abrirlas? Tic toc, tic toc, tic...zzzzz ya el sueño ganó, ¡Menos mal uno había alcanzado a acomodarse!

El ataque tiene un objetivo

Lo curioso del poder narcoléptico que tienen los buses es que a muchos los pone en situaciones realmente incómodas. Los que se duermen lo agarran a uno como almohada. Y que levante la mano y se haga notar el que no ha sido almohada de algún extraño que ha sido noqueado por la narcolepsia gasolinera.

A otros, el poder invasivo les adormece hasta los músculos y el cuello se vuelve incapaz de sostenerles la cabeza, que se les descuelga y empieza a dar tumbos en el aire, bailando al ritmo que lleven las curvas de la calle. Estos son los personajes que tiempo después tocan sus cabezas y sienten uno que otro chichón sin saber dónde se lo ganaron. No recuerdan que en el bailoteo mientras dormían en el bus, sus cabezas acabaron golpeando o el espaldar de sus sillas o las del frente. Esos momentos son los que goza el enemigo que pulula en el aire de los buses.

Y tenemos el grupo de aquellos que se duermen y sueñan con el dentista y le muestran a todo el bus sus hocicos babeantes abiertos a todo lo que dé el maxilar.

¿Roncadores? No se ven mucho, pero existen. Solo que hay que saberlos encontrar, por ejemplo los que van por carretera, de pueblo a pueblo. Esos incluso son todo en uno, agarran de almohada al de al lado, babean con la jeta abierta y pegan su úvula al tubo respiratorio, para emitir los incómodos ronquidos (incómodos para el que está despierto)

Otros dejan más que sus siluetas dibujadas en las ventanas. Cuando caen noqueados, prácticamente ponen su adn sobre el vidrio.

Ah pero no podemos dejar olvidadas a las víctimas que no encuentran silla. ¡Sí!, la narcolepsia también golpea a los que van de pie, agarrados de la baranda. Esos pobres sufren durante su viaje, no importa si es de cinco, diez o más minutos. Una vez han sido invadidos por el sueño, tienen que batallar a muerte contra él.

Cuando empiezan a cabecear, se dan cuenta de que están perdiendo la pelea. Respiran profundo y fuerte, se sacuden, intentan volver en sí, pero el contraataque no tarda y llega más fuerte. Vuelven a cabecear y peor aún, sus rodillas se doblan. Ahí, justo en ese momento, son conscientes de la realidad, el sueño les ganó y ya controla hasta sus articulaciones. ¡Pobres! solo la baranda de la que van agarrados los salva de un oso mayor. Si no fuera por ese tubo, terminarían encima de alguien, dormidotes a placer, tal como el enemigo lo planeó.

La narcolepsia gasolinera es tan descarada que ataca así sea durante un trayecto de una estación o de un par de calles. Ataca cuando uno va hablando con por teléfono o, increíblemente, con alguien, ¡En persona!

No es un sueño plácido sino como una especie de cárcel para la consciencia que sigue despierta, sufriendo y gritando desde el fondo que despertemos para que no nos pasemos de nuestra parada, no nos descolguemos de la baranda o vayamos a caer en el hombro del vecino.

Lo triste es que no tiene cura y seguirá pasando y todos irán como mosca a la luz, directo al bus a que los noquee. Tome todas las precauciones que pueda, pero es inevitable no caer en sueño profundo. Ojalá usted no sea de las víctimas que incomodan a los otros, ojalá usted sea de los que disfruta de dormir en un bus, así que, si puede, en su próximo viaje urbano, que tenga dulces sueños y feliz viaje.

Twitter: @alejodiceque

domingo, 28 de julio de 2013

¿Visa? Puro cuento gringo...

La cita era a las 8:00 en punto, Greenwich y Miryam estaban alineados. Lo que pasara en el el meridiano simultáneamente pasaba con ella, había hecho una especie de conjuro celestial para estar alineada al rey del tiempo, la razón era una sola, ese día iba a poner su cara frente a un cónsul americano y lo que menos debía parecer, era que ella era colombiana, por eso la puntualidad era más que necesaria.

Pero Miryam tiene una ventaja sobre cualquier nacido en Macondolandia, es que ella tiene espíritu extranjero-gitano-britanico-euro-americano, aunque haya nacido en las entrañas de Zipaquirá.

Miryam un día cualquiera dijo que quería tener su visa americana, que era el colmo que ella, toda una diosa de los controles migratorios, no tuviera la visa de los Estados Unidos de Norteamérica, eso era peor que tener Ipod y no contar con cuenta de Itunes para llenarlo...

Al mismo tiempo, la familia Cipagauta; conformada por el papá, Don Hermes Cipagauta; la mamá, Gloria Tibocha y los dos retoños; Anyi Cipagauta, que ya estaba a punto de tener contraseña y Maicol Cipagauta, se reunían aquella mañana porque Don Hermes anunciaba algo trascendental: "Mija, niños, vamos a pedir la visa a Estados Unidos, que su tía Patricia dice que ahora sí está fácil sacarla y podemos ir a verla y mirar a ver si nos animamos a hacer patria por allá".

Patricia, hermana de Don Hermes, fue una aventurera que hace unos ocho años cazó a un gringo que de casualidad pasaba por Bogotá y desde entonces goza de la ciudadanía americana. Ella no viene seguido a Colombia y ahora está dispuesta a recibir a su hermano y a su cuñis por unos días para que calmen fiebre.

Del deseo a la práctica

Miryam apenas si miró el calendario, señaló una semana del mes de septiembre como posible fecha en la que quería empacar maletas de nuevo, pero no le puso mucha atención.

Los Cipagauta empezaron con juicio a seguir paso a paso el ritual de instrucciones para cumplir con el trámite. Ellos nunca habían viajado fuera de Colombia, ni siquiera conocen San Andrés.

Don Hermes dio instrucciones claras a su esposa: "La tarjeta de crédito no la toca, hay que dejar la cuenta quieta y meterle más platica o si no nos van a creer que tenemos solvencia".

Myriam entre tanto, disfrutaba del Whatsapp con todos sus amigos en el mundo, le escribían hasta de lugares donde no había Whatsapp... ¿Cómo? Ni idea, pero así sucedía... Cuestiones del conjuro ese que hizo...

Don Hermes logró que su compadre le consignara un par de millones a 60 días, con algo de intereses, todo era para engordar su cuenta, además se consiguió una 'palanca' en una notaría para que le certificara otros papeles y hasta una finca a nombre suyo.

A Myriam le llegó un mensaje de Whatsapp... "¿Cuándo vas a viajar a Estados Unidos?"  -¡Marichis! Se me olvidó pedir la cita, voy a entrar a Internet a pedirla-

Los Cipagauta pidieron cita como grupo familiar, aconsejados por un asesor de la agencia 'Emigra, vete y lárgate', especializada en migraciones hacia Estados Unidos y Canadá. Don Hermes fue uno de los cientos que asistió a su charla de cada sábado en un salón de hotel, donde sin duda, la pomposidad de la reunión lo convenció de que no eran unos charlatanes.

Myriam prendió el computador buscando la página de la embajada, pero se encontró una amiga del Reino Unido en Skype... Ese día, la amiguis aplazó el trámite.

La habilidad de Don Hermes era increíble, pagó el Icetex de su hija con un préstamo que pidió en su trabajo, así no le iba a aparecer tamaña deuda en los extractos y para cuando se presentara en la embajada, el préstamo de su trabajo no alcanzaba a salir reportado... Todo un zorro de las finanzas.

Qué clase de inmigrante eres

Pasados varios días, Myriam por fin tuvo escarmiento y se dedicó a pedir su cita en la embajada. Leyó los requisitos y comenzó por el formulario.

Myriam no era empleada, no recibía desprendibles de nómina y nadie le consignaba en su cuenta. Había renunciado a su trabajo a principio de año y se había tomado unos meses para pensar en su nuevo rumbo.

Ella resolvió ese formulario como un juego de triqui, en un par de pestañeos ya estaba guardando e imprimiendo.

El asesor de los Cipagauta se tomó el trabajo de citarlos para pasar toda una tarde llenando los formularios uno a uno. Obvio, ese tiempo costaba y Don Hermes estaba dispuesto a pagar esa ayuda profesional, con tal de que pasaran impolutos los formatos de las visas de turistas.

Don Hermes no quería enredarse, que si la B1, la B2, la C5, la D9... Ese bingo no era para él... Y tampoco lo fue para Myriam, ella ni leyó en qué clase encajaba, ella solo puso sus ojos donde decía turista y nada más.

Alistando evidencias

Mientras los Cipagauta consiguieron, cada uno, certificados de estudios, de trabajo, de contador notariado, certificaciones judiciales y hasta médicas donde hacían constar que ellos estaban más que comprometidos en Macondolandia, y que la amaban tanto que juraban con su sangre que tenían todas las intenciones de regresar del viaje, Myriam hacía cuentas de cuánto cupo le quedaba en su tarjeta...

Los Cipagauta reunieron todo lo que pudieron, además de las certificaciones, del extracto bancario emitido por el banco doce horas antes, como pan recién horneado, donde la cuenta lucía intacta, llevaron escrituras, unas 'palanqueadas' en notaría; Anyi se inscribió en el Sena en una carrera técnica de Moldeado de jarrones y marquetería y llevó el recibo de pago. Don Hermes llevó la carta donde se hacía responsable de todos y con la cuenta 'gorda' de su banco él respondía económicamente por el viaje.

Myriam, la noche anterior, empezó a buscar qué papeles tenía guardados que le pudieran servir de soporte. Encontró un par de diplomas, un certificado de IELTS y un pasaporte viejo que ya se había vencido.

El día del sellado

Los  Cipagauta se quedaron la víspera donde un familiar, que vive cerca a la embajada. Don Hermes muy puntual, a las 4:00 de la mañana se levantó, se alistó y revisó cada uno de los papeles que iba a presentar. Repasó las respuestas a las posibles preguntas que recibiría, ensayó con su esposa y sus hijos, fue el vigésimo experimento antes de afrontar el momento definitivo. Cada paquete de evidencias era tan grueso, que tuvo que usar legajadores para mantener en orden sus soportes.

A las 7:00 de la mañana, ya estaban cruzando la calle 26. Tenían al frente el primer pedazo de suelo americano. Se hicieron junto a una reja, esperando a que abrieran la atención al público.

Una hora después llegó Myriam. Vio como decenas de macondianos hacían una fila encabezada por los Cipagauta. Eran las 8:00 a.m., estaba puntual como se lo propuso, no hizo fila sino que esperó a que empezaran a entrar.

Myriam, con su sexto sentido britanico-euro-americano, recibió su turno de llamado y se dispuso a esperar con su formulario, par de diplomas, pasaporte usado y las ganas de cambiar de rumbo.

Los Cipagauta fueron los primeros en pasar a la ventanilla. Sintieron que iban hacia un patíbulo o donde el mismo Dios los esperaba para juzgarlos.

Cuando se pararon al frente del ventanal, apenas si podían ver quién estaba del otro lado, pues el grosor del vidrio de seguridad eliminaba en gran porción la silueta del verdugo.

Escucharon una voz por un parlante, fue seca y directa, sin saludos ni cortesías. -¿Ustedes viajan por qué motivo?- -Señorita, dijo Don Hermes, nosotros queremos ir a conocer La Florida y a visitar unos parientes-. -¿La Florida?, replicó la voz de la que no se puede asegurar si era señorita o no-, -Sí, es que allá viven nuestros familiares, respondió Don Hermes, sudado y palideciendo-. -No entiendo ¿Quiere ir a conocer La Florida o a visitar unos parientes?-, -No, es que ahí dice en el formulario, que vamos para Fort Laderde, ahí vive la familia que le digo-, -¿Y cuánto tiempo intenta permancer en Estados Unidos?-, -Unas semanitas no más, no nos alcanza para más, señorita-, -Espere un momento, por favor, detrás de la línea amarilla que está en el piso-, dijo la voz por última vez.

-Señor Cipaguto, su visa ha sido negada, aquí tiene las instrucciones a seguir-, -¿Pero señorita, por qué?-, -Por favor retírese a un lado y lea el instructivo-, -Pero ¿señorita? ¿Y no puede mirar los papeles que me piedieron? Mire los certificados, el reporte del contador...-, -No es necesario, por favor retírese para poder continuar con el siguiente turno-.

Al rato, Myriam pasó. escuchó la misma voz seca por aquél parlante y Myriam respondió a la única pregunta que recibió -Voy por viaje de placer, estoy interesada en algunos lugares de Utah- Myriam pasó sus evidencias como todos los borregos macondianos. Esperó y sin fijarse si habían pasado segundos, minutos u horas, ella escuchó, -Su visa ha sido otorgada, por favor diríjase a la ventanilla del correo para coordinar la entrega de su pasaporte-.

Myriam se retiró, prendió su teléfono y empezó a comunicar a todo el mundo por Whatsapp que iba tras la conquista de Utah. Ahora que le quedaba el resto de la mañana libre, seguramente se iba a ir a la peluquería a hacerse las uñas y en la tarde, miraría en qué se ocuparía...

Mientras que los pobres macondianos, en cabeza de los Cipagauta, se retiraban por un costado, hacia la puerta de salida del único pedazo de Estados Unidos en el que estuvieron, con su arrume de evidencias, confirmando de que siguen con una cadena atados a Colombia, sin estrenar pasaporte y pensando en que la visa... Es puro cuento gringo.

Twitter: @alejodiceque