lunes, 12 de marzo de 2012

Mi lista de útiles


El mundo cambia, la educación cambia, el mercado cambia, los útiles cambian. Hacía rato (años en realidad) que no pasaba por la sección escolar de los almacenes. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Sí que han variado las cosas que hoy usan los colegiales. La mayoría son las mismas, pero evolucionadas, otros materiales, quizás más amigables con el ambiente, otras modelos en portada... No siempre iba ser Ana Sofía Henao.
Así que haciendo memoria, quise recordar aquellos útiles que hasta hace algunos años eran tan comunes y hoy son piezas dignas de museo:

El borrador lápiz escobilla.

Sí, aquél útil servía para borrar los errores de mecanografía que usualmente uno cometía en los ejercicios de asa ala asa ala asa alla.... ¡ah me equivoqué! Ese borrador era la tecla DEL manual de todas las máquinas de escribir. Eso sí, manchaba y dejaba el rastro de que por ahí pasó un ‘manasas’ que no dominaba la mecanografía.

Algunos usaban estos lápices para borrar la tinta del bolígrafo. Con mañita lograban quitar el error, pero si no era experto, terminaba agujereando la hoja.

Las reglas holográficas.
 
Aquellas reglas determinaban si los papás de uno eran alcahuetes y adinerados. El que la tenía, era un consentido. Un afortunado que podía tener esa regla de 30 cm cuyo chiste era que tenía dibujos en forma de holograma. Una pelota de circo que giraba al mover la regla, era el ‘matacho’ más común.

Los demás usábamos las reglas de madera que duraban y eran buenísimas para ‘cascarle’ a cualquiera.

Cuaderno 50 hojas.

Antes para las materias de Música, Inglés, Educación Física y similares pedían cuaderno de 50 hojas. Pero había uno especial. Hojas amarillas, rallado y ¡de 52 hojas! Era el viejo cuaderno norma. Extinto ya, por cierto.

Esos cuadernos uno nunca los llenaba  y terminaba usándolos para cualquier otra cosa. Incluso diría que muchos de esos, terminado el año escolar, iban a parar a la tienda o miscelánea o negocio a servir como cuaderno de cuentas de la mamá o la abuela.

Los Magicolor.

Hoy en día siguen ahí campantes, y tal vez reinantes los Magicolor. En la época en la que tenían que compartir morral con los cuadernos de 50 hojas y los lápices escobilla, eran un lujo. Esos colores sí eran los que definían las clases sociales.

Quienes los tenían generalmente eran las niñas lindas y consentidas. Eso sí jamás prestaban uno. ¡Eran órdenes de la casa! Los podían llevar al salón, restregárselos a los demás pero no podían prestarlos. Y si se les perdían, entonces iban llorando con la profesora y hacían revisar todos los morrales, hasta que aparecieran. Y como eran colores Magicolor, por arte de magia... aparecían.

 Cuadernos jean book.

Así como los bluyines antes eran solo azules (-Sí, hay gente que dice bluyín negro, bluyín verde, así no lo crea), los cuadernos jean book eran solo azules y mono-formato. Lo que los hacía especiales era que estaban dirigidos a los grandecitos y además eran argollados (aún lo son), pero el que tuviera un jean book era un duro, un cuaderno de grandes que lo hacía sentir a uno grande. Aunque yo solo veía como los demás se sentían grandes, yo no tuve jean book. Ni siquiera cuando ya fui grandecito.

Cuadernos ferrocarril.

Todavía existen, pero ya no son populares. El colegio que lo pide es como el que quiere alcaparras en el ajiaco. Ahora los ofrecen como los cuadernos más adecuado para que el niño dé sus primeros apuntes en escritura, algo así como una ayuda ideal para el desarrollo sicomotor... (foto de la derecha) ¡Bah! Antes eran para hacer planas y ya. Era más el cuaderno de castigo que el del desarrollo sicomotor.


 
Lápiz de mina roja.

Su función era una sola: Títulos y puntos finales. Bueno, a veces, las comas también. Hoy cambiaron de usuarios. Ya no se ven en los colegios. Ahora si uno quiere ver en uso un lápiz de mina roja debe ir a una carpintería o un taller donde los puede encontrar. Son como los orangutanes, se salvaron de la extinción pero ahora están en un espacio remoto.




Maletín looney toons.

También cambió de grupo objetivo. Ahora está dirigido a los universitarios. Antes eran los maletines de cuero grandes y de doble correa, para llevar en la espalda y no en el hombro, para cargar los ladrillos de libros y cuadernos que había que llevar. Nunca lo usé, pero era popular, sobretodo porque solía ser heredado. Así que en familias extensas, por ahí debe estar todavía. Quizás esté guardando discos de Fruko, Celina y Reutilio, o el viejo, pero todavía servible rebobinador de cintas en forma de Ferrari.


La regla de letras.

Esa cosa intentó ser útil, pero era más tendiente a ser inútil. Uno podía dibujar las letras, aunque al terminar la cartelera, el texto quedaba pareciéndose a un grabado extraterrestre. Igual, siempre estuvo ahí, como si fuera guardada en el botiquín, ante cualquier imprevisto. Los nenes y  las nenas de hoy se reirían de ese artefacto y más cuando no trae ni batería ni cargador.






Forros plásticos.

No sé de dónde venía esa tradición. Pero todos los cuadernos se forraban. Así que los ositos cariñositos,los peluches, los transformers, el 5-0 de Colombia vs Argentina, los fido dido, los Garfields, los  Snoopy, etc, etc, etc... quedaban bajo una capa verde, azul o roja. Y si no estaba forrado, entonces la profesora mandaba una nota en el observador para que el acudiente la firmara por no estar forrado el cuaderno.

Hoy como los cuadernos ya ni siquiera son del tamaño regular, creo que eso de los forros quedó sepultado, hasta que alguien se invente los forros al nuevo tamaño de los cuadernos.

¿Y las temperas y las acuarelas? ¿y los tajalápiz o sacapuntas? ¿Y los plumones? ¿El pega stic? ¿El liquid paper? ¿las tijeras punta roma? ¿el borrador de nata? Bueno, eso no ha evolucionado. Lo siguen usando. Tal vez la presentación cambió, hay más marcas, pero siguen vigentes.

Hoy los pequeños impúberes ni siquiera cargan textos escolares. Ya la mayoría de colegios los suministra. Es más, algunos tienen espacio para el Ipad  en su morral. La lista de útiles ha cambiado, pero no por cuestión del pasar de los años, también del mercadeo. (Esta nota de El Espectador habla del tema)

Entre tanto,  ahí en un cajón bodeguero de mi escritorio siguen guardados unos retazos de útiles que sobrevivieron a mi vida escolar. Uno que otro color, una regla, una cartuchera... Cosas que se iban a la basura, y que ahora serán parte de un museo dentro de ese mismo cajón de escritorio.

Twitter: @alejodiceque